El mundo ancho y ajeno, de Piedad Bonnett


Se trata de Sun Danyong, un joven chino.
Dicen que tenía veinticuatro años,
que ensamblaba piezas de aparatos electrónicos,
que vivía lejos de casa, en Hon Hai,
que trabajaba doce horas diarias, como todos sus compañeros,
que dormía en sus horas libres, como todos sus compañeros,
que entre ellos había un diálogo escaso
porque casi no se conocían.
Nadie sabe otra cosa,
salvo que saltó por la pequeña ventana de su cuarto de dos por dos,
y que es uno de los muchos que han saltado
en el último año.
Ah, sí. La noticia dice una cosa más:
que los empresarios de la fábrica
han puesto mallas en todas las ventanas
para evitar más suicidios.

Leo la noticia en Google, en mi computador portátil,
por donde puedo ver el mundo ancho y ajeno.

***

El periodismo ramplón a veces esconde enormes poemas como este que, con menos espacio que la noticia misma, nos revela una terrible realidad. Pero nos habla de una realidad que conocemos y que tendemos a esconder y a lavar en noticias mediocremente escritas. Los últimos versos hacen que nosotros, como esos empresarios, seamos parte de la noticia.  

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