El hada del Champú, de Jang Jung-il


Al joven no le gusta el suspenso, 
ni las noticias locales, ni los deportes, ni polémicas películas foráneas.
No le gusta ver nada de eso. Siente nauseas cuando ve 
a otras mujeres salir al aire. Solo la ve a ella.
La espera, a la mujer de las ocho treinta. ¿Quisieras verla?
Ella publicita durante quince segundos el champú de una compañía.
¿Quisieras verla?

Nos saluda amablemente. “¿Cómo están?”
susurra con una sonrisa.
Viste un pijama con un patrón de lunares azules,
cuando aparece tiene su cabello enjabonado con champú.
Un arcoiris de espuma 
llena la pantalla de la T.V.
Y entonces el hada del champú susurra,
“El nuevo champú, el champú que has elegido, 
con su deliciosa fragancia, 
el champú que usa todo el mundo.
Quizá te enamores.”
Esto es lo que ella susurra. 

Hay una corporación de la belleza corporal.
Una preeminente empresa asiática de la belleza corporal.
Y para nosotros hay un hada. La única que todavía existe,
el hada del champú que vuela hacia nosotros a las ocho treinta, arrojándose
desde la pantalla de la T.V. Por quince segundos ella parlotea 
y luego desaparece detrás de la pantalla oscura.
Cada noche a las ocho treinta la misma publicidad aparece.
Por favor, espera.

Luego del comercial, el joven apaga perezosamente
la T.V. Cada noche él solo necesita quince segundos.
Y mira las imágenes. Recolecta imágenes de ella
que adora con amor no correspondido.
Decora, incluso, su habitación con ellas.
Imágenes de ella con blanca sonrisa,
vistiendo un vestido de baño, vistiendo
un traje ecuestre, toda una colección.
Y con una cuchilla las recorta.
Con una hoja de afeitar recorta los labios del actor 
que está a punto de besar en la escena de una película.

Hacia las once de la noche, cuando la noche refulge de frases comerciales
¿No es el hada del champú la que susurra en voz baja?
¿No es su canción un eco en su cabeza?
Úsala, úsala, siente
la fragancia del amor. ¿No late su promesa acaso
en el corazón? Te visitaré esta noche,
le promete en el anuncio. La cabeza del joven 
refulge de deseo.

El hada se quita la ropa. Se acuesta
oblicuamente sobre el sofá cundido de quemaduras de cigarro
y se hunde misteriorsamente; misteriosamente
el hada susurra con sus labios ardientes
-“Ven aquí, pequeño”. 
La medianoche refulge de fantasías, y entonces 
el hada del champú se apodera de su cabeza 
y la huele. “Debiste usar lo que te recomendé.
Claro que sí, ¿cierto?”

Doce treinta a.m. El joven quiere hablar sobre 
otra cosa además de champú. Quiere intentar 
otra cosa. Pero qué rápido huye el hada
poniéndose sus zapatillas. “Muy bien hecho.
Para el cabello, nuestro champú es el mejor.
Continúa usándolo.”
Arrastrando su pijama rosa
el hada del champú desaparece.
Por favor, quédate un poco más, solo un poco.

El joven despierta del sueño,
y tipea en su máquina de escribir,
clank, clank, clank.
Hay una preeminente corporación de la belleza corporal
y la única hada que existe 
es el hada del champú.



***
 
Este es un ejercicio de traducción que hice exclusivamente para este blog. Su autor es Jang Jung-il, poeta coreano prácticamente desconocido en español. La fuente de esta traducción es una versión en inglés que se puede consultar a través de este enlace

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